CÓMO NO ROMPER LA COMUNICACIÓN CON UN ADOLESCENTE

Es un clásico escuchar la dificultad que supone comunicarse con un adolescente. Pero ¿a qué se debe?… Veamos, los adultos queremos que hablen, escuchen y sientan como si tuviesen diez años más, o diez años menos, esto sería más cómodo para nosotros, pero… eso no va a pasar. Y este es el punto de partida: para no desesperarse hemos de saber y aceptar que no les podemos tratar como si fuesen niños pequeños ni como si fuesen adultos.

Parece sencillo y obvio, pero se nos escapa a muchos padres y madres.

Además, los progenitores podemos empeorar la comunicación con “etiquetas” y frases hechas que suelen tener connotaciones poco respetuosas, cuando la paciencia se nos acaba. Y la paciencia no se acaba simplemente por tener un adolescente en casa, sino por nuestra propia saturación, alto ritmo de vida, sin tiempo ni espacio para la empatía, la calma y la comprensión.

Los padres y madres hemos de hacer un pequeño esfuerzo por formarnos en este ámbito, la recompensa es muy alta. Hoy en día existen innumerables cursos online, escuelas de padres presenciales y vídeos formativos que nos dan claves, y que después hemos de adaptar a nuestro ambiente familiar para mantener una buena relación con nuestros adolescentes.

Es importante conocer las características de la etapa y recordar, a la vez, nuestra adolescencia (no solo cómo éramos nosotros, sino nuestros amigos y la relación con nuestros padres y otros adultos de referencia).

  • Claves, como que los progenitores debemos saber y definir qué normas y límites son indiscutibles y cuáles han de ser consensuados y negociables.
  • Claves, como saber que las “charlas” y consejos han de ser puntuales, claros y contundentes, sin llegar a faltar al respeto, sin gritar, sin desesperarse, sin esperar que estén 100% atentos a cada cosa que digamos o exijamos.
  • Claves, como que hemos de estar disponibles cuando ellos piden audiencia en los momentos más tontos o menos oportunos, el objetivo es dejarles que se expresen con la mayor naturalidad posible, sin frenarles con preguntas ni comentarios, y sin posponerlo para otro momento.

En este sentido D. Antonio Ríos nos invita a reflexionar sobre 3 formas de comunicación con el adolescente que no pueden faltar en el hogar:

1. AFECTIVA / EMOCIONAL. Ellos necesitan hablar contigo.

Quieren contarte cosas, normalmente suele ser a la hora más inoportuna y cuando el padre o la madre está más cansado. Forma parte de la impulsividad del adolescente. No te lo puedes perder, si lo pospones, o preguntas… se acabó. Nosotros, misión clara: ¡escuchar!. Dejarles expresarse libremente. Es el momento de callar, no preguntar. Necesitan sentir que manejan la conversación, que es su momento de comunicarse. No hace falta que pares de hacer lo que estabas haciendo, pero sí asiente, parafrasea o utiliza expresiones que demuestran empatía: ¿en serio? ¡fíjate! ¡anda! ¡qué bien! ¡aja!, sigues la conversación, pero no intervienes con preguntas o poniendo caras. 

2. EFECTIVA / BREVE. Cuando tú quieres hablar, decirles algo.

Por lo general, no van a querer escucharte en ese momento. Aunque no parezcan interesados, te pongan cara, sigan con lo que están haciendo, te digan que no seas pesada/o, que termines ya, que no le des el sermón, … Pese a esta resistencia esperada, es nuestra obligación y deber decirles lo que pensamos y lo que nos preocupa, y no esperar que nos respondan como adultos. De hecho, nos van a contestar con monosílabos y con gestos. Importante: no tenemos que dejar que esta situación nos ponga nerviosos, impacientes,… Hemos de entender, que de alguna manera, se sienten invadidos en su espacio e intimidad y permanecen pasivos. Nuestro mensaje ha de ser concreto y directo, sin dar vueltas. Este tipo de comunicación que nosotros iniciamos no puede ser diario ni repetitivo porque puede hacer que nuestros mensajes no lleguen a ser efectivos. 

3. SUPERFICIAL / RELAJADA. Es la comunicación más importante.

Tratar temas sin importancia a diario que mantengan la comunicación familiar, nada de temas molestos, ni serios. Hablar “como si no quiere la cosa” de sus deportes, música, hobbies, ropa,…. y si se habla de cotilleos de la vida social que sea la vida de otros (no de ellos porque se cierran). Esta comunicación les da a entender que somos accesibles, que mantenemos una relación fluida, que les tratamos de tú a tú y no como niños. Aunque en el fondo queremos hablar de temas como las drogas, el sexo, las notas, el futuro, la violencia, las malas compañías… para aconsejarles, tenemos que dejarlos aparcados para momentos puntuales y concretos, no pueden convertirse en una barrera diaria para la comunicación familiar. Para facilitar la comunicación superficial podemos utilizar soportes como revistas, series y películas, un partido, una clasificación deportiva, una noticia, un cotilleo, …

En general, la sensación que les queda es “puedo hablar con mi madre, puedo hablar con mi padre”, y esto es un caldo de cultivo muy útil para cuando llegue el momento de entablar una conversación más efectiva y dirigida por nosotros, la que menos les gusta y la más puntual, pero necesaria.

A modo de conclusión

Que un joven cuente cosas importantes a sus padres y madres después de la adolescencia, y confíe en ellos, se consigue gracias a que hayamos incluido como parte de nuestra dinámica familiar diaria, una comunicación relajada y poco profunda.

Formándonos y aplicando el sentido común conseguimos aplicar inteligencia emocional y estratégica en una “divertida” etapa adolescente.

Si queréis saber más o necesitáis orientación sobre cómo mejorar la comunicación o cómo restaurar una comunicación rota con vuestros hijos e hijas adolescentes, contamos con un Servicio de Orientación Familiar SIOF: 900161515. Llámanos y te ayudaremos.