En algunas situaciones que, sobre todo, afectan durante la adolescencia, los recursos tecnológicos e internet pueden dejar de ser un medio para convertirse en un fin. Cuando existe una constante insistencia por tener la última novedad tecnológica, o las TIC pasan a ser un instrumento de placer prioritario, el afán por estar a la última puede encubrir otras necesidades.

El objetivo principal de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) es el de facilitarnos el día a día, aunque en ocasiones nos lo pueden complicar. Es evidente que las TIC facilitan las tareas y que internet es atrayente, ya que se obtienen respuestas rápidas y recompensas inmediatas. Su uso es positivo, siempre que no se descuiden el resto de actividades de la vida cotidiana, como por ejemplo relacionarse con la familia y los amigos, estudiar, hacer deporte o las actividades de ocio. Otra cosa bien distinta es cuando el abuso de las tecnologías afecta a la autoestima, provoca aislamiento o hace que una persona pierda su capacidad de control.

La pérdida de control y la dependencia es lo que caracteriza a una adicción. Esto se podría traducir en que una persona sin adicción puede conectarse a internet o hablar por el móvil por el provecho o por el placer de la conducta en sí misma, pero una persona con adicción lo hace buscando el alivio de su malestar emocional (enfado, tristeza, aburrimiento, soledad, etc.). En el caso de los adolescentes, esta adicción se establece cuando, por ejemplo, dejan de quedar con sus amistades y eligen quedarse con sus videojuegos, le prestan más atención al móvil que a su pareja o amigos, se relacionan casi totalmente con ellos por mensajería instantánea, dejando de hacerlo físicamente, o revisan de forma obsesiva sus correos. Tal y como ocurre con las adicciones químicas, las personas con adicción a una determinada conducta también experimentan un síndrome de abstinencia cuando no pueden ejecutarla.

Los riesgos más importantes del abuso de las TIC en personas adolescentes y jóvenes son, además de la adicción, el acceso a contenidos inapropiados para su edad (contenidos violentos, sexuales, racistas,…), la pérdida de intimidad o el acoso.

Ante tal situación, se podría decir que existen determinados factores de riesgo en este colectivo, que pueden contribuir a generar una adicción a las TIC. Los principales son:

  • Los adolescentes están más familiarizados que la mayoría de personas adultas a las nuevas tecnologías y son un grupo de riesgo con tendencia a buscar sensaciones nuevas.
  • Existen ciertas características que les puede hacer más vulnerables a las adicciones, por ejemplo: la impulsividad, la intolerancia a estímulos que no producen placer (dolores, insomnio, cansancio, preocupaciones, responsabilidades,…), la búsqueda exagerada de emociones fuertes, la timidez excesiva o una autoestima baja.
  • Los adolescentes con carencias afectivas que intentan llenar ese vacío de alguna manera (a través del consumo de drogas, de las compras, de internet, del móvil, del juego, etc.).

Existen una serie de estrategias de prevención que padres y madres pueden aplicar para intentar minimizar estos factores de riesgo. Algunas de ellas son:

  • Restringir el uso de aparatos y pactar las horas de uso del ordenador, teléfono, consolas o internet.
  • Motivar la relación con otras personas: amigos, familia, grupos de ocio,…
  • Favorecer aficiones y actividades culturales: música, cine, lectura, museos,…
  • Estimular las actividades deportivas y en equipo.
  • Fomentar actividades grupales (por ejemplo, el voluntariado).
  • Activar la comunicación y el diálogo en la propia familia.

Para finalizar, conviene señalar que lo peculiar de la adicción a internet o a las TIC es que ocupan una parte primordial en la vida de los adolescentes, y que el abuso de las redes sociales puede causar una pérdida de habilidades de interacción personal y social, así como también facilitar relaciones sociales ficticias. No obstante, hay que tener en cuenta que ni todas las adicciones sin sustancia son idénticas, ni tampoco lo son las personas que las presentan. Por ello, el apoyo familiar se hace indispensable para poder facilitar el reaprendizaje de la conducta de forma controlada.