Autor: Alicia Avilés Pozo
8 marzo, 2021

Con motivo del Día Internacional de las Mujeres y cuando se va a cumplir un año de la declaración mundial de alarma por la COVID-19 analizamos la situación de las jóvenes y adolescentes más allá de los prejuicios y roles de género

La presidenta del Consejo de la Juventud de España constata el trabajo por hacer en la lucha contra la desigualdad y llama a reforzar las políticas de educación

Desde el activismo y la pedagogía constructiva, Feminista Ilustrada pide asumir la erradicación de la violencia machista como “una carrera de fondo”

Imagen de Pablo Valerio en Pixabay

Es de nuevo 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres. Pero todos los días millones de mujeres en todo el mundo siguen luchando por la igualdad y por sus derechos. Junto a esta simbólica efeméride, también se va a cumplir un año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de COVID-19 en todo el planeta. Mucho ha pasado desde entonces. Muchas personas han fallecido dejando un rastro de dolor sobre el que es imposible ya escribir sin la indignación de las que pensamos que no es suficiente. Mucho hemos aprendido, casi tanto como lo que no terminamos de aprender. Y entre todo ello, el feminismo ha tenido que volver a alzarse, desde el segundo plano al que ha quedado relegado por la crisis sanitaria, para demostrarse necesario y recordar todo lo que se ha olvidado: que las mujeres somos necesarias, que somos la mitad de la población del mundo y que sin nosotras, no hay combate posible ni eficaz contra este coronavirus.

En la oleada de acontecimientos, las adolecentes y jóvenes forman parte de los prejuicios, clichés y roles de género que han rodeado con un muro la visión de la lucha de las mujeres. ¿Se ha quedado la perspectiva de género atrás con todos estos meses de sufrimiento, fatiga y desesperanza? Sí que ha sucedido, pero también sucede ahora que las vacunas están en marcha y que la sociedad sigue haciendo todo lo posible por remontar un sistema que ha demostrado tantas carencias sociales, y es en las jóvenes donde debemos poner el foco del futuro. Como antes de todo esto, pero mejor, de manera más clara y activista.

No partimos de cero en el contexto. El Instituto de las Mujeres no tardó en poner en marcha, poco después del inicio de la pandemia y del primer confinamiento, su primer estudio: “La perspectiva de género, esencial en la respuesta a la COVID-19”. En este informe quedaba claro: el coronavirus no fue nunca solo una crisis sanitaria, sino que “su propagación y las medidas que se están adoptando para su contención tienen, también, repercusiones sociales y económicas graves”. ¿Como cuáles? En primer término, la sobrecarga del trabajo sanitario y de servicios esenciales, donde las mujeres representan el 70% del personal sanitario en todo el mundo y son mayoría en sectores del comercio de alimentación, y en los servicios de limpieza hospitalaria y de residencias que son esenciales para el manteni­miento de las poblaciones.

De igual forma, en las mujeres ha recaído todo el peso de la centralidad de los cuidados: la mayor parte del trabajo doméstico durante los confinamientos y el cuidado de personas dependientes  (remunerado y no remunerado), asumiendo tam­bién una mayor carga mental derivada de la misma. Además, muchas de ellas se han visto abocadas a no poder seguir trabajando por tener que hacer frente a las tareas de cuidado al encontrarse los centros escolares cerrados. Y mucho más: “Las mujeres sufren mayor precariedad y pobreza laboral, lo cual las sitúa en un peor lugar para afrontar un nuevo periodo de crisis (especialmente mujeres jóvenes, las mujeres con baja cualificación y las mujeres migrantes), además de que algunos de los sectores más afectados, como el comercio, el turismo y la hostelería, están altamente feminizados”, señala el Instituto de la Mujer.

“Ignorar el impacto de género en la pandemia tendría consecuencias económicas y sociales que agravarían la desigualdad”

Y aún peor, la violencia machista y otros tipos de violencias han aumentado debido a los confinamientos, como prueban las estadísticas del Observatorio Estatal de Violencia contra la Mujer, la activación de recursos habitacionales de emergencia en todas las comunidades autónomas y todos los procesos judiciales abiertos. “Ignorar el impacto de género tendría consecuencias económicas y sociales que agravarían la desigualdad”, concluye este organismo.

Pero es necesario dar otro paso y cruzar datos. Porque también el Consejo de la Juventud (CJE) y el Instituto de la Juventud (INJUVE) han abordado esta cuestión. En su publicación “Juventud en riesgo” analizan la prueba irrefutable: un mayor incremento del paro y de las demandas de empleo entre la juventud. Si en marzo de 2020 figuraban como demandantes de empleo 862.801 personas jóvenes en España, un mes más tarde la cifra había aumentado hasta las 1.350.736 personas. Esos datos no han parado de subir hasta el paro registrado del pasado mes de febrero, salvo excepciones con motivo de los contratos temporales realizados en periodos de apertura del sector de los servicios (hostelería o turismo).

También han sido las personas jóvenes afectadas por un ERTE las que han engrosado las listas del paro en los casos en que la actividad no se ha retomado. “El sistema contrata jóvenes en precario en épocas de bonanza y de mayor demanda, y los expulsa a bajo coste cuando se presentan crisis de consumo. Así, muchas personas jóvenes que, por ahora, están cubiertas por un ERTE, ocupan puestos de trabajo precarios”, subraya este estudio. Y añade: “Esta desventaja de las personas jóvenes en el mercado laboral se ha erigido como un elemento estructural de España”.

Uno de los aspectos que determinan la desigualdad y que condenan a las mujeres jóvenes a un futuro aún más incierto es la brecha salarial. El Índice ClosinGap señala que los tres aspectos clave en el empleo que penalizan a la mujer y, en consecuencia, a la economía, son su participación más reducida en el mercado laboral, el menor número de horas trabajadas debido a la mayor tasa de parcialidad y la sobrerrepresentación que tienen en sectores económicos menos productivos. Esta situación provoca que las mujeres, a pesar de representar el 51,4% de la población en edad de trabajar, solamente contribuyan a un 41,5% del PIB. Con carácter general, este índice señala que hoy en día hay un 35,9% de porcentaje de brecha de género que todavía queda por cerrar.

Es este contexto tan complejo que ha dejado herida a la lucha por la igualdad sobre el que preguntamos a la presidenta del Consejo de la Juventud de España, Elena Ruiz Cebrián, quien comienza destacando la difícil situación que ha atravesado y sigue atravesando la juventud. “Todas las personas más jóvenes y adolescentes han sufrido de manera más acuciante los efectos de las restricciones por la pandemia. Solo en el confinamiento más estricto tuvieron medidas específicas, sin embargo, todos los lugares de ocio públicos se cerraron sin darles oportunidades de socialización. Además, perdieron por completo sus espacios de intimidad. Estas son cuestiones que han afectado de manera determinante a la salud mental de adolescentes y jóvenes, viendo además que las cifras aumentan entre las propias chicas y mujeres jóvenes. No podemos olvidar que han pasado mucho más tiempo de sus vidas online, con los peligros que conlleva para las situaciones de acoso y violencias sexuales”.

Pero, ¿cómo abordar ahora esta cuestión, con qué prisma y políticas? La presidenta del CJE considera fundamental dejar a un lado la visión “adultocentrista” y que “seamos capaces de responder como sociedad a las necesidades de todas las personas, también de adolescentes y jóvenes, con una perspectiva de igualdad que no debemos ni podemos dejar nunca atrás”. Por ejemplo, desde este organismo centran sus esfuerzos en “sensibilizar y transversalizar” la perspectiva de género en todas sus acciones. Al mismo tiempo, también han dirigido sus esfuerzos a visibilizar las realidades de la juventud y de las mujeres jóvenes, “sus vulnerabilidades y las discriminaciones múltiples que sufrimos”, planteando la necesidad de implementar mecanismos que erradiquen estas situaciones, apoyando e inspirando con todas aquellas mujeres que son referentes.

Asimismo, con la violencia machista incrementándose y a la orden del día, Elena Ruiz pone en primer lugar una “buena educación por la igualdad” en los centros educativos, también transversal y conjunta entre instituciones, administraciones y sociedad civil. “Necesitamos leyes que se implementen y solventen los problemas que detectamos como sociedad. Sin embargo, debemos destacar también que, aunque siguen dándose actitudes machistas entre las personas más jóvenes, cada vez el nivel de sensibilización es mayor, y además detectan y denuncian las agresiones machistas con mucha más contundencia que en otros colectivos de edad”.

Contra esta situación y otras muchas referidas a la desigualdad, en lo que afecta a las adolescentes y las jóvenes, trabaja de manera muy activa Feminista Ilustrada, la página web feminista en español con más seguidores del mundo. Hablamos con María Arnau, una de sus integrantes. “Lo más perjudicado con respecto a la igualdad es que ha pasado a un último plano. Por supuesto, resolver la crisis sanitaria y económica es la prioridad, pero lo que no puede pasar es que por ese motivo ya la igualdad entre hombres y mujeres se quede a la cola. Las adolescentes y las mujeres en general seguimos teniendo los mismos inconvenientes de siempre, solo que ahora agudizados por ser mujeres en escenario de crisis. Precisamente necesitamos que ese supuesto compromiso con la igualdad por parte de los políticos se haga transversal, es decir, que esté presente en todas las medidas a tomar”.

Pero, ¿cómo conseguirlo, cómo abordarlo? Considera este colectivo que “hay que darle a la igualdad el lugar que se merece”. “Siempre fue para la inmensa mayoría de los políticos una estrategia, un blanqueo de imagen o un capricho de cuatro señoras, pero lo único que se debería hacer es tomar ese compromiso en serio, ni más ni menos”.

“Falta compromiso contra la violencia machista. No se invierten recursos, tiempo ni personal”

La ventaja de Feminista ilustrada es que siempre se ha dirigido al público joven. Por eso María Arnau destaca el objetivo fundamental, durante la pandemia, de hacer que las mujeres se involucren más, “que sean más activistas, que estén al tanto de lo que se debate en la sociedad con respecto a nosotras”. Y fuera de las redes sociales, recuerda que hay “un trabajo enorme en colaboración con ayuntamientos, centros de la mujer y colegios, creando materiales de sensibilización para adolescentes”.

Sin embargo, añade que acabar con la violencia machista es “una carrera de fondo, hay que ser constante”. “No es suficiente con un taller al año (con suerte) donde no aprenden nada. Además los mensajes sobre este tema siempre van enfocados a las chicas, cuando son los chicos los que ejercen la violencia. Hay que educar a los hombres de otra forma”. 

Finalmente, cerrando el círculo de soluciones respecto a la igualdad, la mujer y la juventud de cara a este 8M, Feminista Ilustrada opina que hay problemas estructurales como el desempleo que son “muy difíciles de resolver con medidas puntuales”. “Está mal el sistema entero, no sirve, hay que cambiarlo de raíz. Y a menos que hagamos una revolución masiva, lo cual es bastante improbable y tampoco aseguraría valores feministas, lo que nos queda es inundar la política. Las mujeres (feministas) tenemos que conquistar los puestos de poder, tenemos que tener voz a la hora de tomar decisiones. Está muy bien el trabajo de divulgación y el activismo, pero tienen sus limitaciones. Me encantaría ver a miles de mujeres con peso en la política y que tengan voluntad de cambiar las cosas”, concluye.