Autor: Fad Juventud
21 septiembre, 2016

La primera Cumbre Mundial Humanitaria se celebró el pasado 24 de mayo. Ésta tuvo por objetivo llegar a un compromiso internacional que asegure que los y las más vulnerables reciban el apoyo político que merecen, en aras de que puedan vivir con dignidad y seguridad.

Teniendo en cuenta esto, en la Cumbre tuvieron especial relevancia los aspectos relacionados con la igualdad de género, el empoderamiento y los derechos de las mujeres, en tanto pilares fundamentales para la sostenibilidad social. Así, desde la Cumbre, se entiende que para que estasurgencias sociales se hagan palpables, es necesario, en primera instancia, realizar acuerdos internacionales que garanticen el derecho a la salud sexual y reproductiva de todas las mujeres y, fundamentalmente, de las más jóvenes.

Y es que, según se detalla en la web de UNFPA, la mitad de los 1,4 millones de personas que viven en países afectados por la crisis y la vulnerabilidad, tienen menos de 20 años. De estas personas jóvenes, una gran proporción son chicas en situación de pobreza extrema y de quebrantamiento de sus derechos sexuales y reproductivos.

Ante este contexto, resulta necesario que la anticoncepción, la planificación familiar y la salud sexual y reproductiva, se posicionen en el centro del debate internacional y de la intervención socio-educativa. Así, parece reseñable mencionar el caso específico de Honduras, donde un 46% de las mujeres en edad reproductiva que quieren acceder a anticonceptivos modernos no los tiene, pese a ser el país que registra casi el 60% de todas las nuevas infecciones de VIH de América Central.

Consecuentemente, la educación sexual, ante coyunturas como ésta, ha de tratarse como un derecho humano. Por ello, el Comité para la Prevención de Embarazos y Enfermedades de Transmisión Sexual entre Adolescentes (COPEITSA), trata de reducir las altas tasas de VIH en el país, a través de una educación sexual íntegra, basada en la coeducación y la autonomía. Así, desde sus inicios en 2013, ha capacitado a más de 1.500 adolescentes para que sean educadores/as de salud sexual, lo que supone un impacto tanto en ellos/as mismo/as como en sus comunidades.

Y es que parece fundamental desarrollar iniciativas como ésta, que eduquen en la deconstrucción de mitos existentes sobre la sexualidad y la salud y, sobre todo, que induzcan a que los y las jóvenes se den cuenta de la capacidad que tienen para decidir sobre sus propias vidas y cuerpos.