Autor: firmainvitadapj
19 noviembre, 2018

Tíscar Lara*

Vivimos en un mundo móvil, globalizado y fuertemente mediado por la tecnología digital. ¿Estamos preparados como sociedad para ayudar las generaciones más jóvenes a vivir en él, a afrontar los retos que la virtualización les presenta? ¿Debemos evitar el contacto de los niños y niñas con la tecnología como parece ser la última moda entre las familias de los ingenieros de Silicon Valley o iniciarles en el lenguaje de programación para que no se queden fuera de la ola digital? 

Todos los informes sobre prospectiva del futuro nos dicen que más de la mitad de los empleos que hoy conocemos desaparecerán en unos años superados por la robóti­ca de unas máquinas que se encargarán de liberarnos de tareas rutinarias. Lo que no está tan claro es por qué tipo de profesiones serán sustituidos, pero al menos parece evidente que serán los niños y niñas de hoy quienes estén llamados a decidir ese rumbo.

En las visiones sobre la tecnología del futuro nos encontramos habitualmente con dos posturas enfrentadas: desde las más distópicas que nos despiertan los miedos más viscerales, a las más utópicas que nos envuelven con su magia acrítica. Los medios de comunicación no parecen ayudar a poner un poco de sentido común en todo este desconcierto. Así vemos una noticia sobre el daño cognitivo que pueden causar las pantallas a los menores y otra que la contradice, un niño español que aprendió a programar con 6 años y una ley en Francia que quiere prohibir los móviles en los colegios. Si llegamos a la sección de deportes, entonces veremos un buen número de jugadores cuya camiseta luce publicidad de juegos online mientras otra noticia nos dice cómo están creciendo las casas de apuestas en los barrios más pobres y con ello también la ludopatía en los más jóvenes. ¿Con cuál quedarnos?

Durante mucho tiempo, y aún persiste, se ha vivido bajo el paradigma de la exposición, como ya ocurriera con el mismo dilema frente a la fascinación que ejercía la televisión en los años 70. De hecho una de las preguntas recurrentes de las familias es saber cuántas horas máximas debe estar un menor frente a la pantalla para evitar daños en su salud y evitar el riesgo de adicción.

Pues bien, este tipo de aproximaciones cuantitativas no son la receta para curar la angustia digital que nos pueda generar el futuro incierto de nuestros hijos. Ni cuánto tiempo de pantalla ni a qué edad darle su primer móvil. Debemos empezar a dejar de obsesionarnos con el cuánto y empezar a trabajar en el cómo. Así lo recomiendan desde hace tiempo grandes referentes de la investigación en estos temas como Mimi Ito desde EE.UU. o Sonia Livingstone y Alicia Blum-Ross desde Inglaterra. Todas ellas nos llaman la atención sobre la importancia de asumir una actitud ponderada, lejos de los perfiles de abrazo y rechazo más extremos, para asumir y potenciar la tecnología digital desde usos críticos y creativos.

En concreto, Mimi Ito habla de que los padres deberían convertirse en “héroes digitales” para sus hijos actuando como modelos para normalizar y, a la vez, cuestionar las prácticas digitales. Entre otras recomendaciones, destaca la disposición de una mayor empatía frente a la hipocresía de condenar a nuestros hijos por algo que nos ven hacer a nosotros, la disposición y negociación de rutinas dentro del espacio familiar por encima de las normas rígidas y la apertura hacia el disfrute en el uso creativo de la tecnología frente a la autopercepción de culpabilidad en la crianza de los hijos. De esta forma se pretende abrir un diálogo fructífero de aprendizaje mutuo en lugar de imponer y generar rechazo.

Por su parte, Livingstone y Blum-Rose nos dicen que en lugar de Cantidad hay que enfocarse en el Contexto (dónde, cuándo y cómo se accede al contenido), el Contenido (qué es lo que se está viendo o usando) y las Conexiones (qué relaciones se establecen o no y cómo se están facilitando o impidiendo otras). En otras palabras, es más pernicioso que un niño esté 1 hora a su suerte con un tablet, que 3 horas acompañado de un adulto que actúa de mediador en un aprendizaje/entretenimiento más fructífero.

¿Qué sucede con la Escuela, cómo puede afrontar este reto?

La Escuela no es ajena a la esquizofrenia social que hemos señalado tanto a nivel mediático como a nivel doméstico. Si por un lado volcamos sobre ella las esperanzas de formar a la nueva generación digital, por otro nos encontramos con paradojas como son las llamadas a la prohibición de los dispositivos móviles (cuando, recordemos, con 15 años ya tienen uno propio y con 10 años el 25% también). Esto acaba provocando una situación de parálisis, cuando no también de rechazo, ante los riesgos del mal uso de la tecnología.

Nunca es tarde, sino más urgente si cabe, seguir reclamando una mirada más global y empoderada sobre la tecnología, huyendo de concebirla como una mera herramienta y pasar a considerarla como parte de un ecosistema más complejo. Este enfoque parte de los principios de la Educación en medios o Media Literacy aplicada al entorno digital (también llamada “Alfabetización Transmedia“). Inspirados en teóricos y precursores como Paulo Freire, entre otros, podemos abordar el entorno mediático digital con el objetivo de formar consumidores críticos pero también productores creativos en un proceso iterativo que trabaje constantemente tanto el análisis como la práctica. Esto nos permite adentrarnos en el mundo digital conociendo sus lenguajes, sus códigos y sus técnicas para ser capaces de generar una distancia emocional del mismo y tomar decisiones más informadas. De igual forma, deberemos ser capaces de generar discursos y prácticas situadas en el contexto aprovechando las oportunidades que nos brindan los nuevos medios.

Una buena forma de estructurar esta aproximación es partir de las motivaciones que guían el uso digital y desvelar sus mecanismos con ejemplos cercanos a los intereses de los jóvenes para que incorporen herramientas de pensamiento crítico y de expresión creativa. Por ejemplo: ¿Por qué cuando visitamos una web o pulsamos en un anuncio, este nos persigue allá donde naveguemos? ¿Qué papel juegan los algoritmos en la imagen del mundo que recibimos en nuestro perfil social? ¿Cómo distinguir a un presentador real de su avatar creado por Inteligencia Artificial? ¿Cuáles son las mecánicas de los videojuegos que hacen que resulten tan adictivos?

Desde el plano creativo, hay mucho también por hacer y, lo que es más importante, aprender con nuestros alumnos. ¿Por qué no participar en una liga escolar de eSports liderada desde ámbitos educativos y no meramente comerciales?¿Cómo diseñar una campaña para exigir un mejor etiquetado en la alimentación?¿Por qué no aplicar técnicas de gamificación al aprendizaje? ¿Cómo crear una estrategia en Instagram para promover la belleza real?

Para ello es clave que el profesorado no se sienta solo en este desafío, sino que comparta ansiedades y establezca relaciones en comunidad (alumnos, profesores y familias) y que se lance a experimentar sin miedo al fracaso anteponiendo el proceso sobre el resultado y disfrutando de la cultura digital: conociendo sus límites y aprovechando sus oportunidades.

* Tíscar Lara es Directora de Comunicación de la Escuela de Organización Industrial. Como periodista y profesora especializada en cultura digital tiene 20 años de experiencia en el uso crítico y creativo de la tecnología aplicada al aprendizaje. Ha sido distinguida como una de LasTOP100 Mujeres en España, además de Visiting Scholar en la Universidad de Harvard y Special Reader en la Universidad de Los Ángeles. Actualmente se enfrenta al mayor reto de su vida: acompañar a su hija en el apasionante desafío del mundo digital.