Autor: Fad Juventud
29 diciembre, 2017

¿Existen métodos de investigación social de primera y de segunda división? ¿Por qué nos es más fácil dar importancia a los resultados de aplicar técnicas cuantitativas que a los de técnicas cualitativas? Preguntas que vienen y van mientras se plantean las investigaciones que puedan ser aplicadas a la intervención social y, una vez hechas, mientras se plantea cómo darlas a conocer y cómo aplicarlas.

Corresponde a un centro de investigación sociológica como es el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD preguntarse sobre el trabajo que le da sentido, que es el conocimiento de la realidad social sobre esta etapa de la vida. Corresponde también hacer repaso de su agenda y hacer autocrítica de las prioridades investigativas, a nivel formal y a nivel de contenido. En cuanto a lo primero, dejamos atrás un año en el que las investigaciones de corte “cuali”, como se dice en la jerga académica, han tenido protagonismo (con el estudio etnográfico “Sudar material: cuerpos, afectos, juventud y drogas” y con el estudio basado en entrevistas en profundidad “Relatos de madres adolescentes en la España actual”). Sin embargo, en la evaluación anual de las dificultades presentadas, también aparece la idea de que es más fácil divulgar y llegar a la opinión pública con los resultados “cuanti”, por ejemplo, del Barómetro 2017 del ProyectoScopio, basados en un panel online a una muestra representativa de adolescentes y jóvenes.

Si pasamos de puntillas por el origen de la diferencia entre métodos cuantitativos (de cantidad) y cualitativos (de cualidad), nos encontramos con un debate fundamental sobre si la realidad puede ser conocida y en qué modo. Desde que se empiezan a perfilar las ciencias sociales, surge la preocupación sobre las diferencias y semejanzas entre el mundo natural (que estudian ciencias como las matemáticas o la física) y el mundo social, preocupación que se trata de resolver con la aplicación de diferentes métodos o formas de proceder en investigación. Así, de una primera etapa de la historia de la metodología en ciencias sociales en la que es fundamental tomar distancia respecto a lo que se estudia para conseguir muchos datos lo más objetivos posible sobre ello, se pasa a otra etapa en la que se deja entrar a la subjetividad en el proceso de conocimiento y en la que, además de la descripción y la medición (propias de lo cuantitativo), es fundamental la comprensión de las cualidades de lo que se estudia.

La epistemología (la teoría del conocimiento científico)  parece que lo tiene claro: no es cuestión de cantidad o cualidad, sino cuestión de objetivos. Es decir, cuando un grupo de investigación acomete la tarea de plantear un objeto de estudio e ir a por él, traza los caminos en función de las preguntas que se quieren resolver. Así, unos métodos son más adecuados para responder determinados tipos de cuestiones y otros lo son para responder a otras. Es más, hay quienes defienden que carece de sentido distinguir entre métodos cuantitativos y cualitativos porque la complejidad de lo social solo puede abordarse desde la totalidad de las técnicas. Como indica Martín Serrano (2006: 150): “No existe técnica alguna cuyos procedimientos (hermenéuticos, de análisis de los signos o cualesquiera otros) desvelen por sí solos la producción de sentido.” Por tanto, parece lógico que el esfuerzo de un centro de investigación como el nuestro se dirija a formar parte de un esfuerzo mayor y conjunto de la sociología de la juventud por ambicionar el conocimiento de las mil caras de la realidad juvenil, ya sea con aportes cuantitativos o cualitativos. Es decir, seguir haciendo investigación. Más allá del tipo de conocimiento que se transfiera, lo que se espera de las fuentes es que sean fiables y certeras, es decir, que aporten información de calidad (que comparte etimología con cualidad, por cierto).

Una vez que tenemos claro el propósito principal, es necesario acompañarlo de otro propósito más: saber transmitir lo que hacemos. La transferencia tiene un carácter fundamental en un organismo como el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD y así lo reflejan los esfuerzos comunicativos por hacer llegar a la sociedad los resultados de nuestras pesquisas. Aunque, afortunadamente, la divulgación científica en materia sociológica goza de buena salud y ojalá siga gozando de ella en el nuevo año, no se puede bajar la guardia en la asunción de responsabilidades en la tarea de intercambio ciencia-sociedad, pues es lo que consigue que entidades como la nuestra sean, además de actores científicos, actores políticos, de intervención y de creación de conciencia. Es lo que convierte la investigación, sin más, en investigación aplicada a la creación, por ejemplo, de programas preventivos en ayuntamientos o escuelas. Que sirvan estas líneas para renovar nuestro compromiso de seguir haciendo investigación y hacerlo bien y que se conozca y sirva, agradecidos a quienes nos apoyan y avalan nuestra identidad.