Autor: Alicia Avilés Pozo
13 diciembre, 2017

Este fenómeno consiste en espacios alquilados y gestionados por jóvenes para pasar su tiempo libre y de ocio

Ha surgido como respuesta a la crisis y al encarecimiento de los precios pero está sirviendo además para su socialización y búsqueda de identidades

Un informe del Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva analiza estos espacios en Vitoria-Gasteiz: sus ventajas, sus problemas y sus posibles soluciones

No se trata de locales de fiesta ni para conciertos. Tampoco de casas ‘okupadas’ o de espacios cooperativos para fines sociales. Constituyen simplemente la alternativa que muchos jóvenes han encontrado no solo a la crisis económica y a sus consecuencias en cuanto a la precarización de sus posibilidades de futuro, sino también a la falta de alternativas de ocio y de tiempo libre. Hablamos de las lonjas juveniles, espacios que se alquilan por un amplio grupo de jóvenes y que se han multiplicado sobre todo el País Vasco. Alrededor de estos locales se ha generado asimismo un nuevo sistema local de socialización y construcción de la identidad común, en base a múltiples variables.

Una de las ciudades donde las lonjas juveniles se han convertido en un dinamizador social es Vitoria-Gasteiz, motivo por el que merecieron un amplio estudio por parte del Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva (CEIC/IKI) del País Vasco, y cuyo documental resultó además seleccionado para ‘Cortada’, el Festival de Cortometrajes de la ciudad. Ha servido asimismo para dar cuenta de la complejidad social de las nuevas generaciones de jóvenes. A continuación analizamos las líneas generales del estudio y exponemos algunos extractos del documental, realizado por Laurent Leger.

En el mismo se explica que las lonjas son inmuebles, la mayoría antiguos locales comerciales que sirven como lugar de reunión para jóvenes de entre 16 y 29 años, quienes pagan un alquiler no muy alto, en la mayoría de los casos. Hasta hace relativamente poco, el acercamiento mediático a esta alternativa se ha asociado al consumo de drogas, a los problemas con el vecindario y a los accidentes, es decir, como problema social.  Por ello, mediante este estudio, sus investigadores identifican otras dinámicas sociales que las lonjas están posibilitando. Por ejemplo, como un espacio de ocio que, en un contexto de gran precariedad entre los jóvenes, sirve como “lugar de socialización y construcción de la identidad personal y social”.

Según apuntan los autores del estudio -Benjamín Tejerina, María Martínez y Diego Carbajo- es importante destacar que la aparición del fenómeno de las lonjas juveniles en Vitoria-Gasteiz, como en otros muchos municipios del entorno, se detecta ya en los años 90 y coincide con la implantación de los grandes centros comerciales que implicaron la desaparición de gran parte del pequeño comercio de barrio. La crisis agudizó después ese progresivo vaciamiento del casco urbano. Los jóvenes han ido convirtiendo muchos de estos espacios en desuso en lugares donde poder llenar su tiempo de ocio, y todo apunta, según el estudio, a que lo seguirán haciendo.

Estas prácticas sociales surgen en un contexto cultural en el que existe una forma característica de entender la amistad: el grupo de amigos o la cuadrilla. La existencia de esta figura ha posibilitado a las personas jóvenes “pensarse como grupo, desarrollar esta estrategia colectiva de ocio y normalizar el fenómeno entre las madres y los padres”.

Ahora bien, en su construcción como fenómeno ha jugado un papel esencial la oferta hostelera y de ocio, que se encareció desde la entrada del euro a principios del siglo XXI. Pero, sobre todo, el principal estímulo son las actuales condiciones laborales, económicas y de vida de la juventud, que “incrementan la dependencia durante un tiempo más prolongado de sus familias”. Las lonjas obedecen así a una doble estrategia: por un lado, como lugar dónde disfrutar de un ocio más económico; y, por otro lado, como espacio que permite desarrollar cierta autonomía respecto al hogar familiar.

No es extraño, por tanto, que el éxito de estos espacios tenga que ver con que resulta económico para sus ocupantes. Si a ello añadimos las relaciones de amistad y la privacidad que genera, el éxito está asegurado. En definitiva, tiene que ver con la sensación de autonomía que produce el haber construido tanto el espacio (haberlo localizado, equipado, pintado) como haber desarrollado las propias normas por las que regirse (normalmente pago de la cuota y turnos de limpieza). La mayor parte de la multitud de prácticas y actividades que se realizan tiene como objetivo la “pura relación social”.

¿Dónde está el problema? Efectivamente, en su regulación. Es una cuestión controvertida porque las partes implicadas (jóvenes, propietarios, vecinos, ayuntamientos) mantienen posiciones muy diversas. El consenso no es fácil. Por ejemplo, en el estudio se explica que la juventud teme un excesivo intervencionismo público. Pero al mismo tiempo, la ausencia de reglamentación genera situaciones de desprotección y abuso que sería necesario evitar o, al menos, reducir. Sin embargo, a pesar de estas divergencias en la forma de entender las lonjas, parece haber tres aspectos en los que todos coinciden: la distinción del fenómeno social de las lonjas como espacio alternativo, evitar la estigmatización de estos usos debida a la generalización de eventos esporádicos que puedan producir alarma e inquietud social; y proceder a una serie de actuaciones que dote de mayores garantías y seguridades, para todos los agentes implicados, el acceso a y el uso de estos espacios.

Pero dicho esto, la regulación sigue siendo complicada. No pueden aplicarse las normas vigentes para bares y comercios a un fenómeno que es básicamente social, por lo que solo cabe una normativa municipal propia. El CEIC incide aquí en que cualquier reglamentación e intervención sólo funcionará en cuanto sea un proceso voluntario para todas las partes implicadas, y nunca como intervención fiscalizadora, pues chocaría con la lógica de la lonja juvenil en tanto espacio “autonormado”. La opción más válida surge de una “intervención voluntaria”.

“El objetivo debe ser reducir la desconfianza entre las partes implicadas, así como evitar abuso y dotar de mayores garantías y seguridades a todos los ciudadanos implicados”, promueven los investigadores. Y siempre fomentando “otras visiones” de la lonja juvenil: revitalización de la ciudad, aprendizaje de la autonomía y escuela de ciudadanía, contrapeso al “creciente individualismo” y potencial “agente de dinamización cotidiana y festiva en los barrios”.