Autor: Alicia Avilés Pozo
30 mayo, 2017

Ya hace más de 20 años que el legendario Circo del Sol lleva a cabo su proyecto social ‘Cirque du Monde’ (Circo del Mundo), liderado por el psicólogo y formador argentino Mariano López para ayudar a jóvenes de todo el mundo que se encuentran en riesgo de exclusión. Y lo hace bajo una premisa que ha funcionado durante estas dos décadas: “El circo puede cambiar el mundo”.

“Es un modo de enseñar el circo de manera muy experiencial”, señala López, que forma a otros trabajadores sociales o psicólogos para que aprendan a utilizar el circo como herramienta de transformación social. Este formador ha pasado por Madrid para contar en qué consiste el circo social, un proyecto impulsado por la compañía canadiense que volverá en noviembre a España con el espectáculo ‘Tótem’.

Lo que ofrece, explica en una entrevista con Efe, es una “ayuda más” para lograr la inclusión de los más vulnerables y de quienes son susceptibles de caer -o han caído ya- en la “marginalidad”. Esos chicos que entran en la familia de Cirque du Monde en busca de una segunda oportunidad son, sobre todo, niños y jóvenes menores de 18 de diferentes partes del mundo.

“Por problemas físicos, económicos, sociales o de violencia, están muy hipotecados y en una situación muy difícil”, explica. Muchos de ellos, incluso, son “perseguidos en sus países y llegan con miedo” a unas clases que les cambian la vida y les abren “una vía” nueva a través de las técnicas circenses.

“El circo tiene esa magia, ese lado inclusivo que es esa capacidad de que siendo grande, chico, gordo o pequeño, seas aceptado“. En Italia, por ejemplo, enseñaron cómo se puede acompañar en los campos de refugiados de Europa a “esos jóvenes que están en medio de la nada sin previsiones de futuro muy claras“. Lo hacen en busca de una meta que no es la de “formar artistas de circo”, aunque a veces ocurra y puedan llegar a trabajar en el Circo del Sol.

A ellos se suman otros muchos voluntarios que un día fueron instruidos por ellos y que ahora trabajan por cuenta propia en sus comunidades persiguiendo el mismo fin social. “Les damos la posibilidad, el espacio para ser niños y jóvenes, sentirse seguros y relacionarse de manera sana”, incide López, para quien algunos valores circenses, como “el respeto o la confianza en el otro”, son fundamentales.