Autor: Alicia Avilés Pozo
12 febrero, 2018

Hablamos con varios jóvenes voluntarios de distintas ONG que marcan una clara tendencia en el compromiso social

“Cada vez son más los jóvenes que se involucran en actividades de voluntariado”

La crisis y la falta de oportunidades han provocado que cierto sector de la juventud considere más que necesario ayudar a los demás. Las ONG son de los colectivos mejor valorados

¿Cuánto mal ha hecho en los jóvenes aquello de la profecía autoincumpida? Es decir, que las predicciones que desde las instituciones y numerosos estudios se hacen sobre ellos sean la misma causa de que se terminen haciendo realidad. Si hay un pensamiento generalizado (y erróneo) que arrastra nuestra sociedad después de la crisis económica es aquel por el que nos referimos a nuestros jóvenes como una ‘generación perdida’. ¿Perdida para quién? ¿Piensan ellos así? ¿Nos importa cómo piensan? En este campo, las acciones solidarias vienen a desmontar todos estos tópicos. El estereotipo del joven que pasa de todo, que no se preocupa porque no vislumbra su futuro, se ha venido desmontado por la fuerza de los hechos, aquellos que demuestran que, aún con unos pésimos datos sobre su emancipación y proyección laboral, las acciones sociales que protagonizan dicen más de ellos que las etiquetas que imponemos. Y no son una excepción.

Según el estudio ‘Jóvenes y Valores (1). Un ensayo de tipología’, elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, es cierto que la juventud en paro ha podido verse orientada hacia valores materialistas y de satisfacción personal. Es una “postura reactiva” a su difícil situación. Pero al mismo tiempo, el no encontrar trabajo ha provocado que muchos aumenten su nivel de estudios y formación, lo que a su vez provoca que perciban de manera más empática la dimensión social y colectiva. Son los más solidarios. Cada vez más.

Este informe desvela que la actitud comprometida, proactiva, alcanza a más del 30% de la juventud española. Pero si a los mismos se suma otro grupo, los denominados en este estudio como “rebeldes sin causa” -y que también se encaminan hacia la acción social- el porcentaje supera con creces el 50%. Este índice se da de bruces con los que los sociólogos denominan “incívicos descreocupados” que tan solo llevan el 14,4%.

Hasta aquí los datos. En Planeta Joven hemos querido bajar de nuevo al terreno para conocer la experiencia de voluntariado de tres jóvenes españoles. Nadie mejor que ellos para explicarnos su experiencia, sus motivos y su impresión sobre los estereotipos. Es el caso de Leticia García del Castillo, de 25 años. Graduada en Traducción e Interpretación, actualmente está estudiando un máster en Estudios de Género. Comenzó como voluntaria de Amnistía Internacional en abril de 2017, tras continuar su formación en Derechos Humanos. Quiere cambios en la justicia a nivel global y para ello dedica el tiempo que puede, casi a diario, sobre todo cuando hay actos y campañas. Co-coordinadora del Grupo de Amnistía Internacional Ciudad Real, es la encargada junto con otro compañero de plantificar acciones de sensibilización y en su posterior desarrollo. También firma las ‘ciberacciones’ que propone Amnistía Internacional para presionar e intentar frenar las injusticias.

“He adoptado responsabilidades que eran nuevas para mí y que me han permitido aprender mucho a nivel personal, como trabajar en equipo, mediar o ser más resolutiva. También he continuado mi formación en derechos humanos y el trabajo me está dando una visión amplia de la realidad. Además, he conocido a gente con la misma visión del mundo y muy comprometida con la defensa de los derechos humanos”, nos explica. Tiene claro por tanto que la sensibilización es fundamental para animar a otros jóvenes a ser voluntarios. Para ello, “hay que dar ejemplo”.

Leticia cree que existen etiquetas negativas impuestas a los jóvenes, que se ha generalizado la idea de que se preocupan solo por sí mismos cuando “que cada vez son más los/as que se involucran en actividades de voluntariado”. En Amnistía Internacional, por ejemplo, existen muchos equipos de jóvenes, como los grupos universitarios.

Voluntariado desde la adolescencia

En Acción Contra el Hambre (ACH) hablamos con Alejandro Seco, de 25 años. Es Graduado en Turismo y Posgraduado en Agua, Saneamiento e Higiene en Proyectos de Cooperación Internacional. Actualmente es Técnico de uno de los ejes de intervención de esta ONG denominado WASH por sus siglas en inglés (Wash, Sanitation and Hygiene). Alejandro lleva desde los 16 años realizando acciones de voluntariado dentro y fuera de España: campamentos con niños/as, vacaciones con adultos mayores con capacidades especiales, profesor de inglés con adolescentes en riesgo de exclusión social. Hoy en día, en Acción Contra el Hambre está centrado en su vocación: la cooperación internacional.

En su caso, el “estímulo altruista” se fusionó con su propio deseo profesional. Considera que esta ONG es un referente en  ayuda humanitaria y su nivel profesional tan alto que no para de aprender. “Toda una cura de humildad”, resume. Tanto es así que le dedica unas 25 o 30 horas a la semana. Entre sus funciones está la de prestar apoyo a misiones en terreno, como puntos de abastecimientos de agua en regiones de Mali o Cobo.

Lo que más destaca es que su experiencia con el voluntariado llego en un momento muy importante de su adolescencia: “Me hizo mejor persona”. “Siempre he pensado que debería ser un puente entre el Bachillerato y la Universidad; un tiempo de transición que nos sirva para darnos cuenta de lo que queremos realmente”, subraya. Por eso también es crítico con las políticas gubernamentales que se han “desentendido” de ciertas responsabilidades en materia de políticas sociales y lucha contra la desigualdad. “Esto no puede suceder. No puede ser que sean las ONGs, fundaciones y organizaciones independientes las que se vean forzadas a cubrir este vacío (…) El voluntariado bien empleado puede ser una herramienta de transformación social y de inspiración no sólo para los y las jóvenes sino también para otros sectores de la población con muchas ganas de hacer de nuestra sociedad un lugar mejor”.

Otro perfil encontramos en Jesús Igualada, de 29 años. Es Médico de Familia y trabaja como en un centro de salud en la provincia de Albacete. Colabora desde hace casi cinco años en Médicos del Mundo, movido por la “indignación y rabia” de ver cómo muchas personas veían vulnerado el derecho a la salud. El resorte fue el denominado ‘Decreto de Exclusión Sanitaria’  de 2012 que impedía a las personas inmigrantes sin papeles acceder al sistema de salud. “Necesito salir a la calle para seguir trabajando esto mismo fuera de la consulta, para visibilizar la discriminación en la atención sanitaria, para denunciar la vulneración de derechos de estas personas”.

“Construir, andar, conseguir el cambio social”

Trabajando con personas en situación de exclusión social, con visitas periódicas a infraviviendas o chabolas, en condiciones sanitarias precarias, se ha dado cuenta de lo necesaria que es la sensibilización al resto de la sociedad. De ahí que también realicen talleres en institutos de Educación Secundaria para concienciar a los alumnos. De esta forma a veces también se da continuidad a su labor. Jesús ha aprendido a dejar de “lamentarse” y a conocer herramientas “para construir, para andar, para conseguir el cambio social que buscaba”.

Por eso anima a los jóvenes a “vaciarse por dentro” y a pensar “en qué mundo quieren vivir”. “Solo tenemos que decidirnos a romper amarras para descubrir y explorar las posibles soluciones”. De hecho está convencido de que la juventud en general está muy comprometida con diferentes causas, “y eso es maravilloso”. “Nuestra única meta es transformar esa inquietud, esa incomodidad, en ganas de sumar, en ganas de una justicia social y de conseguir ese mundo que desde hace tiempo sólo soñamos”.

Estos testimonios e iniciativas concuerdan casi en su totalidad con las conclusiones del estudio antes mencionado. Apuntan que solamente las ONG y el sistema educativo superan la media de aprobado en cuanto a la confianza de los jóvenes. Comparando con 2006, hay un incremento del porcentaje de jóvenes que tienen actitudes más proactivas, de intervención en lo colectivo.

Así se ha visto también en cientos de iniciativas solidarias colectivas surgidas al calor de las redes sociales y de las nuevas tecnologías. Un ejemplo es el Cuerpo Europeo de Solidaridad destinado a jóvenes de entre 18 y 30 años, todo un éxito desde su puesta en marcha hace un año; todas las sinergias creadas por las división juvenil de muchas organizaciones como Cruz Roja, o las miles de cooperativas, asociaciones y colectivos que existen en cada municipio de España, en muchos casos iniciativa de sectores juveniles. Cada uno es una forma diferente de quitar etiquetas, de permeabilizar el interés solidario de una generación que busca su camino contra las profecías.