Autor: Fad Juventud
5 julio, 2021

Hoy no me encuentro bien de ánimo, será porque es lunes, porque me parece que estoy a años luz de las vacaciones de agosto o porque hace calor, no sé. La cosa es que parece que todo me molesta y no sé si estoy triste o enfadada. ¡Qué complicadas son las emociones! Tanto, que a veces no es nada fácil expresarlas, por eso hoy quiero compartirte este pequeño relato, que refleja mucho mejor que mis palabras lo que siento:

La tristeza y la furia (Cuentos para pensar, Jorge Bucay)

En un reino encantado, donde las personas nunca pueden llegar, o quizás donde las personas transitan eternamente sin darse cuenta. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas…

Había una vez un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente. Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.  La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua. Pero la furia es ciega o, por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso al salir la primera ropa que encontró. Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza. Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o, mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es solo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza.

 

Está reflexión también es válida a la inversa, es decir, ¿nunca te ha pasado que te encuentras supermal por algo, depre y sin fuerzas, y que, cuando por fin explotas, cuando te ENFADAS, se aclaran las cosas y te sientes mejor y al final resulta que no estabas triste sino cabreada? La tristeza y el enfado son lo que llamamos “emociones disfraz”. A veces escondemos a la una dentro de la otra, le ponemos a la una la ropa de la otra para camuflar lo que realmente sentimos por miedo, falta de aceptación u otros motivos.

También es cierto que hay ciertas “emociones hermanas” que suelen caminar juntas de la mano y presentarse acompañadas, aunque siempre una de las dos sea la que predomine. ¡Qué importante, entonces, “mirar hacia dentro” de vez en cuando para aprender a entendernos mejor! Y ya, de paso, poder relacionarnos mejor con las demás personas. Al fin y al cabo, ¿qué mejor forma de hacerlo que expresando lo que sentimos, queremos y necesitamos? Sin embargo, es muy habitual superponer una emoción que nos resulta más “cómoda” sobre otra que no estemos habituadas a manifestar, o porque nosotros mismos no somos capaces de reconocerla. Por ejemplo, a mí me cuesta mucho menos mostrarme enfadada que triste delante del resto porque no me gusta que la gente me vea de bajón. Otras personas prefieren que las vean abatidas antes que mostrar furia o ira.

Existen muchos factores que justifican estas reacciones. Por un lado, vivimos en una sociedad en la que no se nos permite estar tristes o enfadadas, ser débiles o tener miedo. Esta reciente tendencia ha traído consigo un positivismo tóxico basado en la contención de las emociones que no le hace ningún bien psicológico a nadie.

Por eso, desde este post te recordamos que todas las emociones son válidas, necesarias y complementarias entre sí. Esta presión social puede generarnos un efecto de fantasía, “Como me enfade y diga lo que pienso la voy a liar”; de proyección en otras personas, “Javier está enfadado conmigo” en lugar de “Estoy enfadado con Javier”. Otro tema sobre el que hablar largo y tendido serían las falsas creencias que hemos interiorizado en la infancia o que nos inculca el imaginario colectivo, estoy hablando del típico “No hay que enfadarse”, “No se llora” o, incluso peor, “Los chicos no lloran”.

Desde Fad y SIOF JOVEN queremos acompañarte en el camino del bienestar emocional y eso empieza por reconocer todas y cada una de nuestras emociones, hasta las que la sociedad nos dice que no son “bonitas”, así que, si nos necesitas, como decía Pau Donés, ¡grita!