Autor: Fad Juventud
29 octubre, 2018

El último Barómetro sobre Vida y Salud de Adolescentes y Jóvenes del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, que vio la luz en mayo de 2018, ofrece datos sobre muy diversos aspectos de la salud y el bienestar de los y las jóvenes de 15 a 29 años. Dentro de esos datos, encontramos algunos en relación a la salud mental, aspecto que no suele ser tan abordado cuando de salud se habla, y quizás aún menos en relación a adolescentes y jóvenes.

En primer lugar cabe señalar que el 87% de los y las jóvenes asegura tener buena salud en general, proporción que es menor en las chicas (84%) que en los chicos (91%). Mientras un 11% del total afirma sentirse “regular”, tan solo un 2% reconoce que su salud es mala o muy mala. Siendo mayoritaria esa percepción positiva en torno a la salud, atendiendo a la salud mental, casi el 30% de los y las jóvenes reconoce que ha tenido durante el último año o tiene algún tipo de problema de salud mental, siendo también las mujeres quienes más señalan esta circunstancia (33%) frente a los hombres (23%). El 18% de los y las jóvenes señala que sus problemas de salud mental tienen cierta frecuencia (al menos “de vez en cuando”), siendo el 6% la proporción de quienes señalan que los padecen “con frecuencia” o “continuamente”. Cifras, por tanto, nada desdeñables, sobre todo entre las mujeres (una de cada tres reconoce sufrir o haber sufrido algún tipo de trastorno psicológico o problema de salud mental).

Resulta interesante contrastar cómo los problemas psicológicos, psiquiátricos y de salud mental forman parte de la concepción general de las y los jóvenes sobre su estado de salud, adquiriendo peso importante en las consideraciones sobre la mala salud. A pesar de que un 18,2% de quienes manifiestan que su salud es “buena” reconocen que en el último año han tenido problemas psicológicos, psiquiátricos o de salud mental, “de vez en cuando, con frecuencia o siempre” (porcentaje que es del 7,8% entre quienes manifiestan que su salud es “muy buena”), y de que estas frecuencias son lo suficientemente importantes como para que sorprenda que quienes padecen esas circunstancias sigan considerando que su salud es buena, lo cierto es que tales proporciones se sitúan algo por debajo de la media general de quienes reconocen tales problemas.

En el lado contrario, el 57,9% de quienes señalan que su salud es “mala”, y el 39,4% de quienes señalan que es “regular”, reconocen haber tenido problemas de salud mental con alguna frecuencia (al menos de vez en cuando) en el último año, proporciones bastante por encima de la media de quienes reconocen problemas de salud mental. Es decir, que entre quienes consideran tener mala salud abundan los y las jóvenes que reconocen problemas psicológicos, frente a quienes no los reconocen.

Entre los y las jóvenes que señalan tener o haber tenido algún problema de salud mental en el último año, los trastornos psicológicos más señalados son la depresión y los trastornos de ansiedad, pánico o fobias, que padecen prácticamente la mitad de tales jóvenes, algo que equivale a poco más del 11% de la población joven general (cifra, en cualquier caso, nada despreciable). En tercer lugar estarían los trastornos del sueño (31,2%, 7,1% del total de jóvenes); y, con menor incidencia, trastornos de alimentación (bulimia y anorexia; 12,6%), trastornos de estrés post-traumático (8,1%), trastornos Obsesivos-Compulsivos (7,7%), y trastornos por adicción a sustancias (3,7%).

En relación a las principales variables sociodemográficas, sólo cabe destacar (pues son las únicas variables que ofrecen diferencias estadísticamente significativas; p<.05) que los hombres manifiestan mayores trastornos por adicción a sustancias, que las depresiones son más comunes entre quienes estudian hasta secundaria obligatoria, y que quienes sólo estudian y quienes compaginan estudio y trabajo, se señalan más los trastornos por alimentación y los trastornos del sueño.

Un dato que puede ser preocupante es que algo más de la mitad de las y los jóvenes que manifiestan problemas de salud mental afirman que no han solicitado asistencia para atender los mismos, cuestión que incide en que para algunas personas puede existir una percepción diferente sobre los problemas de salud mental en relación a otros problemas de salud, o determinados reparos que aún pueden existir a la hora de asumir y reconocer los mismos. Entre quienes sí la solicitaron, el 29% acudieron al psicólogo/a, el 20,4% al médico de cabecera, el 13,6% al psiquiatra, y el 3,9% a otro tipo de profesional. Cabe señalar que las mujeres son quienes más recurren a la ayuda profesional ante estas situaciones, principalmente al psicólogo.

Ante la evidencia de que bastantes jóvenes con problemas psicológicos y de salud mental no acuden a profesionales, cabe preguntarse por los hábitos de automedicación (entendida como la ingesta de medicamentos sin prescripción facultativa), que en cualquier caso tampoco serán exclusivos de quienes no pidan ayuda médica, pero indican una forma de abordar determinados problemas de manera autónoma y sin la supervisión adecuada. Además, conviene señalar que los datos que ofrece el Barómetro sobre Vida y Salud de automedicación no especifican el tipo de dolencia para la cual se consumen los medicamentos. Por otro lado y atendiendo a esta circunstancia, los resultados que se obtienen para quienes indican que “nunca” han tenido o han creído tener algún problema psicológico, psiquiátrico o de salud mental, o lo han tenido “una sola vez”, poco o nada nos dicen para el tema que nos ocupa, pues la automedicación reconocida con toda probabilidad tenga que ver con otro tipo de dolencias.

Sí nos pueden aportar más información las respuestas de quienes reconocen tener problemas de salud mental con cierta frecuencia. En estos casos, sabemos que el 30,6% de quienes reconocen que han tenido o tienen algún problema psicológico, psiquiátrico o de salud mental “con frecuencia”, y el 24,5% de los y las jóvenes que lo tienen o han tenido “de vez en cuando” en el último año, se han automedicado aluna vez por semana o alguna vez al mes; porcentajes ya de por sí representativos, pero más aún por cuanto están notablemente por encima de la media de personas que se automedican con esa frecuencia (que es del 20,9%).

Destaca muy especialmente también que entre quienes padecen problemas de salud mental con cierta frecuencia son quienes se automedican diariamente o varias veces a la semana en mayor proporción, como el 15,8% de quienes han padecido problemas psicológicos “de vez en cuando” o el 21,1% de quienes los padecen “continuamente” (si bien este último porcentaje debe ser tomado con mucha cautela por la escasez de casos, que podría distorsionar el mismo). En cualquier caso, lo cierto es que un mayor reconocimiento de padecer problemas psicológicos, psiquiátricos o de salud mental, está en relación con tasas frecuentes de automedicación, por encima de la media.

Atendiendo al tipo de problemas psicológicos, psiquiátricos o de salud mental, más de la mitad de las y los jóvenes que reconocen automedicarse diariamente o varias veces a la semana, reconocen padecer trastornos por ansiedad, pánico o fobias (56,2%) y/o depresión (52,6%). Porcentajes casi idénticos (incluso algo inferiores) a los que ofrecen quienes afirman que, en el último año no se han automedicado nunca o casi nunca, o lo han hecho sólo alguna vez; altas proporciones que inciden de nuevo en la realidad de que son tales dolencias las que protagonizan buena parte de los problemas de salud mental de los y las jóvenes.

Para altas frecuencias de automedicación también destacan las personas jóvenes que señalan tener trastornos del sueño (40,3%), trastornos de la alimentación (20,3%), trastornos por estrés post-traumático (20,3%) y Trastornos Obsesivos Compulsivos (18%).

Si consideramos quienes padecen algún trastorno de salud mental “casi todos los días” o “más de la mitad de los días”, los problemas más frecuentes en jóvenes tienen que ver con el cansancio y la falta de energía (29,2%), con los problemas de sueño (26,3%) y con los desórdenes alimenticios (22,7%). Con menor incidencia se sitúan el sentimiento de fracaso o pérdida de autoestima (19,2%), el decaimiento o depresión (18%), la apatía o falta de interés por las cosas (17,8%), y los problemas de concentración (12,2%). En frecuencias menores, pero relevantes, cabe señalar que casi la mitad de los y las jóvenes que señalan algún problema de salud mental en los últimos seis meses, manifiesta que ha sentido decaimiento o depresión varios días.

En la caracterización según variables de estas respuestas, resulta muy destacable que las mujeres muestran mayor frecuencia (considerándolas frecuencias más altas: “casi todos los días” o “la mitad de los días”) en la aparición de estos problemas, en todos los casos excepto en el que hace mención a los problemas de concentración (donde no se aprecian diferencias estadísticamente significativas).

Del resto de variables, cabe señalar que las y los jóvenes que están en paro destacan entre quienes manifiestan problemas de apatía, trastornos alimenticios, sentimiento de fracaso o falta de autoestima, e inquietud o agitación; entre quienes tienen estudios hasta secundarios obligatorios (algo que se puede relacionar con tener menor edad, pero no sólo) se destaca, en relación al resto, problemas como la falta o el exceso de apetito, el sentimiento de fracaso o la pérdida de autoestima, los problemas con el sueño y el cansancio y la falta de energía; los jóvenes de mayor edad (25-29 años) también manifiestan más que otros los problemas con el sueño.

A la hora de valorar adecuadamente todos estos datos sobre la salud mental de los y las jóvenes, parece conveniente contextualizar temporalmente los mismos, observando la evolución de los resultados. Para ello, el Barómetro sobre Vida y Salud de Adolescentes y Jóvenes establece una comparativa de la sintomatología depresiva. Esta sintomatología se mide adjudicando una puntuación de 0 a 3 a cada uno de los problemas psicológicos o de salud mental reflejados en el cuadro anterior (Frecuencia de presentación de problemas psicológicos o de salud mental en los últimos 6 meses), en función de una escala de frecuencia en la que 0 significa “nunca”, 1 significa “varios días”, 2 es “más de la mitad de los días”, y 3 es “casi todos los días”. Sumando las puntuaciones, se establecen cinco cortes de sintomatología: ninguna, leve, moderada, moderadamente grave y grave. Para facilitar el análisis, los cortes se presentan agrupados en “ninguna + leve”, “moderada” y “moderadamente grave + grave”.

Pues bien, en base a esta escala, el 15,3% de la población joven presenta cuadros de sintomatología depresiva clasificada como “moderada”, por un 6,3% con sintomatología clasificada como “moderadamente grave” y “grave”. Si comparamos estos datos con los que ofrece la Encuesta Europea de Salud en España (EESE) en 2014, en tres años se ha incrementado en 13,8 puntos la sintomatología depresiva moderada, y en 5,5 puntos la grave (en población de 15 a 29 años, pero también respecto a la población general). Notable incremento en relación al cual cabe preguntarse si tiene que ver sólo con el aumento de las sintomatologías, o tiene también relación con una mayor conciencia en torno a los problemas de índole psicológica y de salud mental, que quizás se reconocen de forma más abierta, y respecto a los cuales se pide más ayuda (con independencia de que quede camino por avanzar en ese sentido, como señalaba el 50,6% de jóvenes que, padeciendo algún problema de salud mental, no piden ayuda).